Saturday, March 17, 2012


En la mañana

Cuando llegan, sigilosamente se van acercando. De a uno. La más astuta empuja la puerta que se encuentra junta por el miedo a los terremotos, y sus delicados pasos son casi imperceptibles. Ya no está tan delgada ni joven, pero sigue siendo hermosa y desbordando majestuosidad. Sin vacilar, de un salto seguro sube a la cama donde yo aún duermo. Este es un ritual que adoro aunque percibo la mitad de manera inconsciente, y conozco tanto a esa felina que sé cómo se comporta frente a las más diversas situaciones.
 Ya en mi lecho, comienza una divertida danza con sus patas sin mover su torso por un largo rato, generalmente ahí es cuando despierto y escucho un suave ronroneo característico, “Ah es la Canela”. Luego se recuesta. Me gusta cuando lo hace cerca de mi pecho. Que rico ese gatuno calor matutino.
 Un poco después entra el Clemente, claro él es más audaz y pasa casi corriendo, ya de partida resoplando por la nariz. Sin ningún cuidado.  Me lo imagino desplazándose rápidamente por la habitación con su panza colorina meneándose de lado a lado. Se va al colchón que se encuentra debajo de mi cama y hace su bailecito con un ronroneo irregular y muy fuerte, a veces le  salen unos silbidos. No puedo evitar reírme.

 A veces mi mamá me cuenta que cuando la puerta de mi pieza está cerrada, la Canela se queda esperando afuera, mirando la manilla. El Clemente no, se va a buscar otro lugar donde vegetar. Como quiero a esos gatos, sus pelos completan partes de mis partes. Ojalá nunca dejasen de existir sus colas movedizas y sus agudos maullidos.
















2011

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