Sunday, May 27, 2012



Un párrafo se me quedó escondido entre el pliegue de mi sostén y mi seno tibio. Aún aguarda ahí su esencia atrapada. Escarba en ilusiones.
Las panteras como sombras, las sombras como pateras, acariciándome la nuca. Llenando mi atrás. Mi fondo.
De repente abro los ojos y es abrir la puerta de un ascensor en su paseo trancado. Contemplo los dos pisos entre los cuales me encuentro.
La imagen que veré en unos instantes por la rendija de mi frente, nocturno paisaje urbano, logrará adherirse a mis pupilas. Pero no las traspasará. No comprenderé su ser. Ya no lo concibo. Ni el del orbe, ni del cosmos.
Mi piel tuvo frio, pero yo nunca lo sentí.
El pellejo de mi columna se derritió igual que los sonidos en mi cabeza.
Mi  rostro ya no es el mío porque ya no necesito de él. Mi contenido se desplaza por la cabalidad del contexto. Entonces ¿Para qué?
Esos ecos que, interiormente, rascan mis tímpanos; irrumpieron en mi cráneo. Se han desprendido de la música que los apresaba. Y yo de nuevo no sentí frío.
 Mi lengua se concibió en sí misma y acarició mis labios resecos.
Un párrafo. Un verso. Una coma. Aguarda, como un ermitaño entre caracoles.

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